Este libro surgió de un impulso, de una casualidad, o quizá de algo menos fortuito. Tenía ganas de leer algo más de McCarthy después del gran encuentro que tuve con él en la lectura de La Carretera, así que cuando vi el ejemplar de No es país para viejos solo, solo en el estante de la librería, no dudé en comprarlo. No me equivoqué con esta compra. Las expectativas iban muy altas, y se cumpliero con creces, sobretodo hacia el final de la novela. Al igual que en la reseña anterior, comenzaré mostrando una breve biografía del autor.
CORMAC MCCARTHY (1933) nació en Rhode Island, Estados Unidos. Las circunstancias de su biografía se hallan envueltas en la leyenda: no concede entrevistas, se dice que vivió bajo una torre de perforación petrolífera y que en su juventud llevó la vida de un vagabundo. Considerado como uno de los más importantes escritores norteamericanos de la actualidad, la publicación en 1992 de Todos los hermosos caballos, ganadora del National Book Award, lo reveló como uno de los autores de mayor fuerza de la nueva narrativa norteamericana. Su éxito, de crítica y público, se vio incrementado con la publicación de En la frontera y Ciudades de la llanura, que completan la llamada Trilogía de la frontera. Otras de sus obras son Hijo de Dios, Meridiano de sangre, El guardián del vergel, Suttree, No es país para viejos y La carretera.
Cormac McMarthy es otro de los grandes vivos de la narrativa norteamericana. Este año he comenzado a adentrarme en esta corriente literaria, con una sonrisa en la boca. He descubierto grandes autores, como Roth, o Auster, o el mismo McCarthy, y me agrada la perspectiva de que tengo mucho aún por delante. En este contexto decidí leer No es país para viejos.
El cazador y veterano de Vietnam Llewelyn Moss descrubre por casualidad la sangrienta escena de una carnicería entre narcos en algún lugar de la frontera entre Texas y México. Entre los cuerpos y los paquetes de heroína, descubre también algo más de dos millones de dólares. A partir de este momento comienza la violenta carrera de Moss por escapar de los que quieren darle caza: Wells, ex agente de las Fuerzas Especiales contratado por un poderoso cartel; Antón Chigurth, una implacable máquina de matar, para quien recuperar el dinero de sus jefes es apenas la excusa para descargar una y otra vez su arma y poner en práctica su máxima: no dejar nunca testigos; y un sheriff veterano de la segunda guerra mundial que añora los buenos tiempos y esconde un doloroso secreto que lo mantiene vivo. El resultado es una novela que es "mucho más que un thriller corriente" (Time Magazine) que "te dejará jadeando y atemorizado" (Sam Shepard). "No hay manera de solatar el libro. Es duro, duro e impactante." El país
Si tuviera que definir esta novela con una palabra, esta sería: intento. La historia es intensa, los personajes son intentos, la narración es intenta... bueno, creo que me siguen en la idea. En algunos sitios la califican incluso como un puñetazo al estómago, sin embargo mi concepción es un tanto menos visceral, pues considero que la violencia, aparentemente gratuita, no lo es tanto, y que por ella tanto el lector como los personajes pagarán un precio muy alto.
Lewelyn Moss se encontraba en medio del desierto cuando se topó con un escenario poco cotidiano: una verdadera matanza con cadaveres y autos destrozados. En medio de todo eso, un maletín. Quizá no estaba "al medio", quizá estaba escondido, quizá muy escondido; sin embargo desde el momento en que Moss se percata de su existencia constituirá el único centro de su realidad. Comenzará aquí una frenética carrera por la vida, por todo lo que pudo ser y no fue, y por todo lo que espera aún llegar a ser. Paralelamente nos encontramos con los responsables de esta matanza, y con el hombre que ha sido contratado para exterminar al que consiguió el dinero, Antón Chigurth, un despiadado y transtornado psicópata que, más por matar por trabajo, lo hace por vocación. Su ideal: no dejar testigos. Armado con una pistola de aire comprimido desata el caos allá por donde camina. Además conoceremos a un ex agente vinculado con los narcotraficantes y a un sheriff atormentado por su pasado, quien intentará darle caza al asesino.
En un fresco de la realidad que se sufría en la frontera (si no se sigue sufriendo) McCarthy imprime un ritmo violento a la narración, a medida que crea personajes perfilados y precisos. La novela, además toca muchos temas sensibles que identificarán a unas cuantas personas.
Violencia, sangre y drama.
Ya les adelantaba que esta historia es intensa, y para ilustrar un poco más este punto les hablaré de la estructura del relato. La novela alterna capítulos enfocados a distintos personajes, sin embargo no es una novela coral; sino más bien enfoca en cada parte a la perspectiva de un determinado personaje. Sumamente interesante resulta conocer la mecánica mente del asesino, incluso resulta perturbador, pues conocemos lo poco que le importa a él la vida humana.
McCarthy tiene un estilo muy propio a la hora de narrar. Algunas veces usa frases cortas; otras, frases cuidadas y largas, delicadas; también recrea diálogos cortos; todo lo entremezcla con escenas de acción, con una profundidad inquietante. Precisamente ese es uno de los puntos que más me gustan de la novela: lo McCarthy que es. Siempre es un mérito cuando los escritores, por una prosa impecable, logran hacerse un lugar en la literatura internacional, sin embargo cuando lo hacen con una forma propia, imponiendo un estilo narrativo nuevo, llama más a la reflexión sobre su poder narrativo. Es exactamente lo que ocurre aquí, pues el escritor con su prosa imprime nuevos caracteres a la historia.
Si en La Carretera el sombrío ambiente del postapocalíptico Estados Unidos hacia temblar al lector, aquí lo que más resalta es la frialdad del narrador ante los acontecimientos. Las escenas de violencia dejan al lector sin aliento, y se suceden de forma tan trepidante, tan fuerte, tan repentina, que lo mínimo que podemos hacer es pegarnos en el relato.
Personajes poderosos.
Me gustan los personajes porque son tan diferentes, tan únicos y a la vez cercanos, que incluso da miedo sentirse identificado son uno de ellos. Por ejemplo tenemos al tenaz Moss, quien llegará hasta las últimas consecuencias con tal de quedarse con el dinero, escapar de la pobreza y cumplir sus sueños postergados. ¿Hemos sentido alguna vez los deseos de hacer algo que nos cuesta, pero que sabemos se sentirá grato al realizar? Más de alguna vez hemos caído; pero, como dice la canción de LODVG, caerse está permitido, levantarse es una obligación. Es esa la sensación que produce este libro.
Por otro lado tenemos a Antón, el psicópata. Vale, probablemente nadie se siente identificado con este metódico asesino sin alma, no obstante es muy interesante reflexionar sobre su actitud.
¿Logrará acabar con todos con tal de sentir la gracia de disparar el gatillo de su arma? La respuesta puede llegar a ser inquietante.
Un final redondo.
Me faltaba un tercio del libro para terminar, pero no pude soltarlo aquella noche. De pronto ocurre algo, algo repentino y que atrapa al lector. ¡Cómo puede pasar eso! El lector se replantea la novela, el desarrollo de los acontecimientos y a los personajes mismos. Luego todo se comprende, se descubre el secreto del ex sherif y las piezas calzan. Sin embargo el giro argumental no deja de sorprender, y está tan bien maquetado y estructurado que será un deleite para el lector.
Conclusión.
No es país para viejos es una novela tensa, que impacta, y que invita a reflexionar al lector sobre la vida, las cosas que hemos hecho y las que no; sobre cómo nos proyectamos en este mundo tan crudo, tan pérfido e insensible. Con la prosa fuerte de McCarthy, esta historia se desarrolla de forma memorable. Totalmente recomendable para todos.
4.5 / 5